Esperaba con ansias el momento de entrar al hospital... me sentaba en una silla junto a la incubadora y tomaba su manita. Se veía tan pequeño y tan vulnerable: luchando por vivir, a dos días de haber visto la luz por primera vez. «¡Tienes que ser fuerte, tienes que estar bien!», imploraba. «¡Mi Dios te va a ayudar!», continuaba, poniendo toda mi fe en esas palabras.
Fue una experiencia desafiante para mí, desde que inició el trabajo de parto. Como hija mayor, yo era la más cercana a mi mamá y quién debía apoyarla: en ausencia de mi papá que estaba en otra ciudad, estudiando un curso de su trabajo.
Me pasé todo un día cuidándola, esperando el momento. Al anochecer la pasaron a quirófano... ¡aquellas horas parecían interminables para mí!. Caminaba nerviosa, de un lado a otro en el pasillo. Tras varias horas, una enfermera me avisó que había nacido un niño. Había sido difícil, pero ambos estaban bien, en recuperación. <<¡Gracias Dios!>>.
Pasada la media noche, salieron del quirófano y pude verlos. Entonces solté el cuerpo: sentí como si toda mi fuerza se hubiera esfumado.
Mi papá había llegado, con unas copas de más, venía festejando la llegada de su hijo: su primer hijo varón. Yo me sentía molesta con él; pero mi tía Dora, quien acompañaba a mi papá, me calmó con dulzura y me pidió que me fuera a casa a descansar.
Era un invierno muy frío, en diciembre. Aunque no estoy segura de cuánto influían mis emociones, porque se sentía más frío de lo normal.
Pronto, mi papá dejó nuevamente la ciudad para continuar con su curso. Todo había salido bien.
Pero sucedió algo inesperado: dos días después del alumbramiento, lo llevamos de emergencia al hospital. Es neumonía, dijeron los doctores. Lo bañaron para bajarle la temperatura, que estaba peligrosamente alta. Así empezó su vida, con una enorme lucha...
... y ahí me sentaba, junto a él, a acompañarlo mientras veía a las enfermeras atender a alguno de los bebés que lloraba o sufría, en incubadora también. Se acercaba un doctor, de vez en cuando, y con curiosidad me preguntaba que parentesco tenía yo, con él. Con un movimiento rápido, volteaba mi mirada y contestaba. Y volvía mis ojos a él: cada minuto a su lado era valioso.
No podía estar ahí las 24 horas, así que trataba de confiar en que lo cuidarían bien, en mi ausencia; aún así, no podía evitar preocuparme. Afortunadamente, mi mamá pudo ir a verlo y alimentarlo, a pesar de que ella también estaba recuperándose; de lo contrario, solo yo lo visitaba.
Salió del hospital tres días después. ¡Fui la hermana más feliz del mundo! Me prometí cuidarlo y darle todo el amor posible. Yo no tenía idea de lo que era ser madre en ese tiempo. Pero ahora sé, que con él aprendí un poco, porque mi amor por él era muy parecido al de una madre: incondicional y protector.
Su primer verano
Las mañanas se me hacían eternas en la prepa, solo pensaba en el momento de regresar a casa y abrazarlo. Entraba corriendo directo a su cuna: él ya estaba de pie, tomado de los barrotes, esperándome feliz; vestido solo con un pañal, por el calor abrasador. Lo tomaba en mis brazos y pasaba las tardes enteras con él.
Me inspiraba infinita ternura: fue mi Ponchito, Pichurrito, Pequito y, finalmente, Pecu. Para los demás, él era Pedrito. Así descubrí mi manía de poner nombres cortitos, bueno, algunos no tan cortitos: nombres de cariño, les llamo yo.
Disfrutaba vestirlo, cuidarlo, darle su biberón con leche y, después, papillas. Lo vi crecer... lo dejé entretenerse con mi más preciado tesoro: una colección de revistas y posters de mi grupo de cantantes favorito de adolescencia, que había cuidado celosamente, hasta ese momento. Terminó con ella, pero verlo feliz, explorando, era mi mayor premio.
Me acompañó en mi misa de graduación de preparatoria, con solo seis meses de edad. Vestido de blanco, igual que yo, ¡se veía hermoso! Me sentía loca de amor por él.
Una infancia feliz
Más adelante, lo vi empujar su bicicleta roja por el patio, a sus dos años.
Capté momentos especiales, que quedaron plasmados en papel. Completé un album con sus fotos y lo decoré con stickers que tenían globos de divertidos diálogos.
A eso, le siguió un tiempo de mucho esfuerzo: la universidad por las mañanas y mi trabajo por la tarde. Ya no había mucho tiempo para estar con él, salvo los fines de semana. Sin embargo, creo que tuvo una infancia feliz; con tres hermanas más que lo cuidaban y consentían, cada una a su manera. Él debe tener recuerdos especiales.
Un día, a sus siete años, lo vi llorar. Yo planeaba mi boda y hablaba de algunos preparativos, cuando lo noté.
—¿Porque lloras? —pregunté extrañada.—Es que... tú te vas a casar, y te vas a ir de la casa. —dijo entre sollozos. Lo abracé, sintiéndome culpable por no haber pensado en lo que significaría para él, mudarme. Le expliqué que yo estaría muy cerca, que nos veríamos con frecuencia. Y confió en mí.
Vivir cerca de casa me facilitó verlo, casi a diario. En verano, lo llevé a clases de natación y, en alguna ocasión, a desayunar esos tacos de carne adobada que tanto me gustaban, frente a la prepa. También fuimos al circo. Yo quería verlo feliz.
Los años siguientes, estuve muy ocupada cuidando de mis hijos. Pero él seguía siendo muy importante para mí.
Graduación de primaria |
Desfile del día de la Revolución |
Alcanzando metas
Lo vi participar en el grupo de porristas de su escuela, viajar con sus compañeros, graduarse de la universidad, conseguir su primer trabajo.
Graduación de Ingeniería Industrial ITLM |
Su personalidad
Pecu es noble, muy observador y empático. Tiene un carácter tranquilo pero, al mismo tiempo, es determinado. Es sociable y fácil de querer. Muy leal a sus amigos y cercanos... y siempre se enfoca en el lado positivo de cada persona que encuentra. Su sencillez, además, es apreciada por sus camaradas.
Explorando juntos
Llegó un momento en que deseé acercarlo más a mis hijos y a mí, quería integrarlo un poco más a mi familia. Él era el ídolo de mi hijo. Viajamos juntos a algunos lugares. Tucson, Flagstaff, San Diego, Los Angeles y Las Vegas nos regalaron momentos memorables.
Yo quería que él viera lo mismo que veían mis ojos. ¡Que soñara, como yo soñaba!
Pima Air Museum, Tucson, Arizona |
Pima Air Museum, Tucson, Arizona |
Flagstaff, Arizona |
Grand Canyon, Arizona |
Flagstaff, Arizona |
Cráter en Flagstaff, Arizona |
Rodeo Drive, Beverly Hills |
Universal Studios, Hollywood |
San Diego, California |
Las Vegas, Nevada |
Juventud y aventura
Disfrutó su juventud con sus amigos y su moto deportiva. En alguna ocasión, quise experimentar la adrenalina con él: aumentar la velocidad de cero a 200 km/hr, en cuestión de segundos, ¡es para atrevidos!
Una experiencia inolvidable para él, fue viajar en su motocicleta, con un grupo de amigos, al Festival de la moto en Mazatlán en semana de pascua. Ahí, miles de motociclistas se reúnen cada año y tienen diferentes actividades, entre ellas un creativo desfile de motos. Lo escuché con entusiasmo relatar su aventura.
Mazatlán, Sinaloa |
Tiempo de cambios
Algunas dificultades nos llevaron a vivir juntos, durante un año. Ya era un hombre.
Navidad 2015 |
Durante ese año pasaron cosas importantes: se convirtíó en papá de dos adorables gemelos. Compró su primera casa y formó su familia.
Damián y Dariel |
Sus hijos son su prioridad, los ama y atiende con esmero. ¡Es un gran papá! Y se esfuerza con ahínco por mejorar su vida y la de los suyos.
Con su adorable familia |
Bautizo de Damián y Dariel |
Tres generaciones |
Paralelamente, algunos cambios sucedían en mi vida: me mudé al norte de México, a Tijuana, en la frontera con USA.
Un año más tarde, en un viaje especial que hizo a Tijuana, decidió que él también se mudaría. Me sentí feliz y acompañada, nuevamente. Compartimos algunas fechas especiales juntos, esta vez, preparando su nuevo hogar para recibir a su esposa y a los gemelos.
En ese tiempo tuve su invaluable apoyo con los preparativos para mí mudanza a Suecia.
Nuestros caminos se separaron una vez más. La vida nos ha llevado a tomar decisiones muy distintas debido a la brecha de edad; cada uno vive su propia etapa y tiene su propio trabajo por hacer.
Algunas veces no coincidimos en nuestra forma de ver el mundo, pero él tiene un lugar especial e importante en mi corazón, desde que llegó a mi vida... y lo tendrá siempre.
Y coincidir... 2023
La vida es maravillosa y Dios nos volvió a unir para celebrar un cumpleaños más...
Cumpleaños Diciembre 2023 |
Con sus amigos |
Amigos y familia |
¿Estaremos cerca otra vez, algún día? Dios y el tiempo lo dirán... mientras tanto, estaré siguiendo sus logros a través de una llamada, un mensaje y, quizás, una fotografía.
Celebrando la vida |
!Gracias por ser tú, mi querido Pecu!