Quizás es una frase muy trillada, la escucho con mucha frecuencia; pero creo que es válida, en la mayoría de los casos.
Los padres hacen lo mejor que pueden, con los recursos que cuentan.
Esta fue la frase completa que escuché de una psicóloga, de quien tengo muy buenos recuerdos. Sentí cierto alivio al escucharla, creo que inconscientemente, quienes tenemos hijos, llevamos a cuestas cierto grado de culpa por errores que hemos cometido en el rol de padres. Probablemente no aplique para todos, pero creo que encierra una gran verdad para muchos.
Sucede que la mayoría de los padres, por lo menos del país en el que crecí, se sienten convencidos de saber qué es lo mejor para sus hijos, con la excusa de que nadie les tiene más amor que ellos.
Su experiencia y sus creencias les hace pensar que tienen la certeza de lo que es "bueno" o "malo" para ellos. Y en base a esta idea es que toman las decisiones de su formación.
Si bien, los padres tienen la entera responsabilidad de decidir por sus hijos, cuando son pequeños; también les permiten tomar pequeñas decisiones, en la medida que van creciendo. Y con ello, les dan la confianza y seguridad de que son capaces de tomar "decisiones a su medida", lo que es invaluable para su autoestima.
Así, cuando llegan a la edad en que tomarán grandes decisiones, como la elección de una carrera universitaria, hacer un viaje al extranjero, cambiar de residencia, elegir una pareja, conseguir un empleo o crear un negocio, etc. se sentirán más seguros para decidir su futuro.
Pero en este proceso se cometen errores, para algunos padres es difícil tener una buena actitud, paciencia y amabilidad lo que pueda dificultar el aprendizaje y generar resentimientos en los hijos.
La brecha generacional
Además, ambos se enfrentan a otra dificultad que puede ser un obstáculo en la relación padre-hijo. Los tiempos cambian de una generación a otra. Si recordamos lo que funcionaba en los años 80´s, por ejemplo, es muy distinto a la forma de vida de hoy, se vuelven obsoletos los métodos que fueron buenos, con el tiempo.
Surgen cosas nuevas: ideas, corrientes, estilos, procesos, etc., lo que amerita tener flexibilidad y mantener un criterio abierto.
1. Cada generación crea sus propios estilos en cuanto a:
- la música
- la moda en la ropa, cabello, maquillaje, etc
- el entretenimiento
- la educación
- las maneras de socializar
- las costumbres y tradiciones (se modifican)
2. Cada persona se forma en entornos distintos que le dan su propia perspectiva, de acuerdo a lo que ve, escucha y experimenta. Tiene nuevos sueños, ideales y formas nuevas de llegar a ellos, también.
3. Cada década tiene sus propios estilos en el vestir, que se repiten después de años con un toque actualizado, y van dejando huella, al mismo tiempo que se recuerda con nostalgia.
Moda de los 50´s al 2000
Todo esto requiere que los padres aprendan de los cambios y se adapten. Es sano que tengan flexibilidad en su forma de educar y guiar a sus hijos y que les permitan ir en busca de lo que anhelan, aprovechando las ventajas que el mundo les ofrece y en compañía de las persona que ellos eligen.
Hasta aquí, creo que la mayoría de los que son padres hacen lo mejor que pueden para guiar a sus hijos y "soltarlos" poco a poco, en medio de tropiezos y dificultades. Pero la tarea de ser padre no termina aquí.
Los hijos "dejan el nido", pero de vez en cuando regresan a ellos, siguen teniendo la necesidad de ser guiados y de sentirse amados y apoyados por sus padres.
Con el tiempo comprenden que la paternidad no es fácil y que, aún con limitaciones, sus padres hicieron extraordinarias cosas por ellos, es entonces cuando realmente valoran y sienten agradecimiento.
Hablando de valores
He aquí la importancia de sentar buenas bases en ellos, en sus primeros años de vida, enseñarles valores, que más tarde se convertirán en virtudes al practicarlos.
Los valores son atemporales, se mantienen en el tiempo sin cambio.
Son los principios que sirven de guía para que el niño se convierta en un adulto emocionalmente sano, equilibrado, social y pueda crearse una vida plena y feliz. Las personas se sienten bien, cuando hacen el bien, a sí mismos y hacia los demás.
Si tuvieron una buena formación en su niñez, será más fácil también para ellos, al ser adultos, formar a sus hijos cuando llegue el momento y tendrán amor y una mayor comprensión hacia sus padres de una manera natural y espontánea.
Pero no se puede enseñar valores si no se practican, los hijos aprenden más del ejemplo que de las palabras. Las palabras para que tengan validez tienen que respaldarse con hechos, con esos pequeños detalles que a veces no se les da importancia y que a los niños no se les escapan. El niño se da cuenta cuando hay autenticidad, es decir, cuando hay congruencia entre lo que sus padres piensan, dicen y hacen.
Cuando las personas crecen en una familia disfuncional, donde no se les atendió ni recibieron la guía que necesitaron en su niñez, tendrán la tarea de buscar formas de sanar y reaprender para no repetir patrones, para romper cadenas de comportamientos inadecuados o inaceptables, en sí mismos y en las próximas generaciones.
"La vida es un ciclo que regresa a cada quien, lo que da"